En esta
obra el espacio se convierte en una
constante metáfora del sentimiento
El volumen cuenta con ilustraciones de Reyes Arrocha
El volumen cuenta con ilustraciones de Reyes Arrocha
Los espacios que ocupo, la obra con la que Dunia Arrocha Hernández ha irrumpido en las lides literarias de Canarias, se presenta el miércoles 10 de octubre, a las 18:00 horas, en el Museo Aeronáutico del Aeropuerto de Lanzarote, en un acto organizado por la Asociación Social y Cultural para las Mujeres, Mararía, con la colaboración del Ayuntamiento de San Bartolomé. El volumen, que ha visto la luz en Escritura entre las nubes, cuenta con ilustraciones de Reyes Arrocha Hernández y una foto artística en la contraportada de César Benítez Peña.
Los espacios que ocupa Dunia Arrocha Hernández están llenos de recovecos, matices, música, oxímoron, dolor y ternura. El espacio es, en este libro, una constante metáfora del sentimiento: es el desconsuelo de la soledad, un amanecer lleno de interrogantes, pero también una puerta abierta al pájaro de la imaginación. El espacio puede recubrirse de sangre o ser tan purificador como la espuma del agua del mar.
Los espacios que ocupa Dunia Arrocha Hernández están llenos de recovecos, matices, música, oxímoron, dolor y ternura. El espacio es, en este libro, una constante metáfora del sentimiento: es el desconsuelo de la soledad, un amanecer lleno de interrogantes, pero también una puerta abierta al pájaro de la imaginación. El espacio puede recubrirse de sangre o ser tan purificador como la espuma del agua del mar.
© César
Benítez Peña
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En opinión de Elena Morales en el prólogo de la obra: «Gracias a la sorprendente capacidad empática de la autora, una única voz poética —que se transforma o se trasmuta para adaptarse a cada circunstancia, experiencia, suceso o tragedia que desea transmitirnos— recrea las múltiples existencias que habitan en estas páginas, con el fin de cuestionar e indagar en los sentimientos quebrados (vergüenza, remordimiento, soberbia, deshonra, horror, impotencia, espanto…) que conforman los distintos pliegues de la vida».
Asimismo, la editora añade: «La poeta pone ante nuestros ojos distintos aspectos de las trayectorias de individuos cuyo tránsito por este mundo no ha sido fácil, personas anónimas que han tenido que enfrentarse a situaciones difíciles o, incluso, dramáticas, pero que, en cualquier caso, se han visto obligadas a luchar para sobrevivir; y, cuando lo consiguen (pues no son pocas las que, en su inherente fragilidad, perecen en el intento), en esta lucha, sin vuelta atrás, han aprendido que la única vía posible para el ser humano es esa que le lleva a encontrarse cara a cara consigo mismo». En la introducción de este poemario, Dunia Arrocha Hernández comenta: «Me gusta atravesar las palabras para renacerlas bajo moradas donde su significado es algo más que una racha de sílabas en movimiento. Detesto las letras que solo sirven para rellenar hojas. De ahí que las fuera hilvanando unas veces volviendo a mi tierra árida donde el camino se hace dolor deshojando recuerdos; otras, en el placer de ver la luna asomarse por mi ventana o el creerme tocar los rayos de las estrellas y, así, fui cosiendo en la ignorancia de mi silencio cientos de versos, hasta que un día, con apenas nueve años, dejé marchar mis alas, y las dejé marchar para que se hicieran vida en el papel: nacieron mis primeros poemas».
Trayectoria de la autora
Asimismo, la editora añade: «La poeta pone ante nuestros ojos distintos aspectos de las trayectorias de individuos cuyo tránsito por este mundo no ha sido fácil, personas anónimas que han tenido que enfrentarse a situaciones difíciles o, incluso, dramáticas, pero que, en cualquier caso, se han visto obligadas a luchar para sobrevivir; y, cuando lo consiguen (pues no son pocas las que, en su inherente fragilidad, perecen en el intento), en esta lucha, sin vuelta atrás, han aprendido que la única vía posible para el ser humano es esa que le lleva a encontrarse cara a cara consigo mismo». En la introducción de este poemario, Dunia Arrocha Hernández comenta: «Me gusta atravesar las palabras para renacerlas bajo moradas donde su significado es algo más que una racha de sílabas en movimiento. Detesto las letras que solo sirven para rellenar hojas. De ahí que las fuera hilvanando unas veces volviendo a mi tierra árida donde el camino se hace dolor deshojando recuerdos; otras, en el placer de ver la luna asomarse por mi ventana o el creerme tocar los rayos de las estrellas y, así, fui cosiendo en la ignorancia de mi silencio cientos de versos, hasta que un día, con apenas nueve años, dejé marchar mis alas, y las dejé marchar para que se hicieran vida en el papel: nacieron mis primeros poemas».
Trayectoria de la autora
Dunia
Arrocha Hernández nació en Lanzarote (Islas Canarias). Con nueve años
gana el certamen Platero y yo del colegio Sanjurjo Maneje; en 1982
recibe el primero, segundo y tercer premio del concurso de poesía San
Borondón del Instituto Agustín Espinosa y al año siguiente el primer
premio del Concurso Tinglado lunático del Ayuntamiento de Arrecife.
Dedicada a su trabajo y a sus hijos, pero sin abandonar la escritura,
deja de participar en eventos hasta 2010, cuando se presenta al concurso
Otoño 2010 de la revista digital Poesía+Letras, perteneciente a la
editorial Prensa Canaria, en el que obtiene el primer premio en las
modalidades de Poesía y Microrrelatos. Gana en dos ocasiones el Concurso
de Poesía Inocencia Páez, que se organiza en la isla de La Graciosa en
sus ediciones III (2013) y V (2015), siendo sus poemas recitados ante
Nuestra Señora la Virgen del Carmen dentro de las fiestas en su honor.
En la tierra de su abuelo, la Villa de Teguise, gana en 2016 la VI
Edición del Certamen de Arte Emergente en la modalidad de Poesía de la
Concejalía de Juventud del Ayuntamiento. «Me gusta la gente que se mueve
entre lo cotidiano y los sueños, las que no terminan las frases con un
punto y final —comenta Dunia Arrocha y añade—: Soy de las que escucha y
aprende y haciendo de mi lápiz el latir de mi corazón para nacer letra
en mis poemas. Así soy yo...».